Les muralles de Barcelona i l’efecte òptic de la fàbrica Bonaplata

 (1872) 


La fotografia que acompanya aquest article pot resultar enganyosa. El periodista Lluís Permanyer la va comentar el 1998 com a testimoni de les muralles medievals de Barcelona. Tanmateix, el mur que hi apareix en primer terme no forma part del recinte emmurallat, sinó que és el mur de tancament de la fàbrica Bonaplata. L’efecte òptic és el que fa pensar en un fossat i unes defenses gòtiques.

Tot seguit reproduïm l’article íntegre, amb el valor afegit de mostrar-nos també com la percepció històrica pot ser matisada amb noves dades.

Article de Lluís Permanyer. La Vanguardia. 22 de novembre de 1998. Fotografia de Joan Martí (MNAC).

"El interés de esta fotografía resulta a primera vista engañoso. Contra lo que pudiera parecer, no reside en la universidad, sino en el primer término. Ocurre, con todo, que la noticia para el fotógrafo era captar la imagen del impresionante edificio proyectado por el arquitecto Elies Rogent, recién terminado y a punto de inaugurar. En cambio, las murallas eran una verdadera antigualla, y encima muy odiada, que todos los barceloneses suspiraban por ver desaparecer de una vez de su vista.

Esta parte del sistema defensivo era el más moderno. En efecto, fue el último perímetro tendido y que suponía una ampliación enorme con respecto al anterior. Pere III fue quien decidió en 1363 emprender tan vasta obra, que arrancaba de Canaletes, seguía por Pelai, plaza Universitat, ronda de Sant Antoni y también de Sant Pau, para concluir en las Drassanes. Envolvía, pues, lo que luego se dio en llamar el Raval. Pese a ello, todo el sector antiguo que descendía a lo largo de la margen izquierda de la Rambla fue conservado durante varios siglos, para así mantener una segunda línea de seguridad en tal flanco.

Las murallas y la pólvora

Aquellas murallas góticas consistían básicamente en un muro alto y más o menos grueso. La aparición de la pólvora y la subsiguiente incorporación y perfeccionamiento de la artillería obligaron a incorporar otra clase de estragegias defensivas, aunque manteniendo la estructura original. Y así se incorporó un sistema entramado de bastiones, baluartes, revellines que añadían nuevos y complejos espacios a nivel o fosos, que en la época barroca tendían a conferir al conjunto una arbitraria forma de apariencia más o menos estrellada.

Esto era por lo que se refería a la superficie, pero luego había un laberíntico sistema de túnéles que facilitaba a la tropa correr en defensa de uno de aquellos puntos en peligro o que, en caso contrario, facilitaba el repliegue inmediato y a cubierto de vistas y de las balas.

Cuando en 1854 finalmente se tomó la decisión de derribar las murallas, es lógico comprender que fuera un proceso lento y largo, pues el perímetro era enorme; duró más de un decenio. La piqueta actuaba sólo contra todo aquello que emergía y dejaba cuanto quedaba en el subsuelo.

Así las cosas, no es de extrañar que, pongo por caso, entre la primera piedra del monumento al doctor Robert, en 1904, y la culminación de esta misma obra, en 1910, el constructor se percatara de las dificultades que surgían a causa de la desigualdad subterránea hallada a la hora de tender los cimientos; y es que una parte del suelo descubierto era sólida, al tratarse de la relativa al baluarte de Tallers y su correspondiente espigón, mientras que en cambio otra aparecía peligrosamente vacía por tratarse de un túnel.

A mediados de los años 80, en la reforma de una tienda anclada en la esquina de Tallers y plaza Universitat, fue hallado un sólido fragmento de bóveda de los citados pasos subterráneos; en tan buen estado se hallaba aquella obra de ladrillo, que fue incorporada a la decoración."