La plaza de Cataluña

En primer pla, el final del passeig de Gràcia i l'esplanada on es va fer la plaça de Catalunya, amb l'estació del ferrocarril de Martorell. (1855-1860) Autor: Onofre Alsamora. (AMB)


La Plaça de Catalunya és avui un dels espais més emblemàtics i transitats de Barcelona, punt de trobada entre la ciutat vella i l’Eixample, i autèntic cor urbà. Però el seu naixement no va ser ni ràpid ni fàcil: va ser fruit d’un llarg procés de projectes, enderrocs, discussions i transformacions urbanístiques que es van allargar gairebé un segle.

Per entendre com un descampat irregular es va convertir en la plaça central de la ciutat, cal retrocedir al segle XIX, quan Barcelona encara vivia encerclada per les muralles i somiava amb expandir-se cap als pobles veïns. El text següent recorre aquesta història, plena de vacil·lacions i plans oblidats, fins arribar a la definitiva urbanització de la plaça amb motiu de l’Exposició Internacional de 1929.

"A primeros del siglo XIX liquidada la dominación francesa Barcelona conservaba su tercer recinto de murallas y las puertas que cerraban la ciudad, en las que se iniciaban los caminos que enlazaban con los pueblos de las cercanías. Uno de los más importantes era el que desde la Puerta del Ángel conducía al Santuario de Nuestra Señora de Gracia. Este camino cada vez más preferido por los barceloneses, empieza a tener categoría cuando se le dota de frondoso arbolado que le convierte en agradable paseo para llegar al Santuario y al vecino pueblo, con el tiempo será el Paseo de Gracia.

En 1844 debido al engrandecimiento territorial de la ciudad y al aumento de su población, el Ayuntamiento se dirige en instancia al Gobierno solicitando la apertura de una puerta en el puesto en que se hallaba el Cuartel llamado de los Estudios, teniendo en cuenta «que aquella parte de la Rambla en donde, principalmente en verano, se disfruta de aires más puros, ganaría en gran manera en hermoseo y convidaría a la gente que, por razón de sus negocios, puede ocupar poco tiempo en la recreación del paseo, a salir al campo, que es lo que necesita para la salud la mayor parte de los habitantes de las poblaciones numerosas». 

En 1848 fue abierta esta puerta en la muralla de la parte alta de la Rambla, que, con un camino directo, se unía con el camino de Gracia, entre estos dos caminos quedaba un gran espacio de terreno que, derribadas las murallas, las torres de Canaletas y la Puerta del Ángel, será durante años, y aun es hoy, la preocupación de la ciudad. Es el embrión de una plaza que, año tras año, irá germinando en el corazón de los barceloneses. 

Empujada por su crecimiento y por las edificaciones que se van levantando en las afueras de la ciudad, en 1854 se derriban las murallas, en 1855 se construye la estación del ferrocarril de Martorell y, cinco años más tarde, la del ferrocarril de Sarriá en la proximidad de los terrenos que quedaban entre los dos caminos que antes se han indicado. 

Las estaciones de ferrocarril a vapor fueron una novedad y un atractivo para los barceloneses. A sus alrededores se fueron levantando barracones de feria y puestos de venta ambulante que dan popularidad a estos terrenos y que en el transcurso de los años, los convierten en lugar de reunión y expansión de la ciudad. Pero todavía no había nacido la plaza por la que suspiraban los vecinos de Barcelona. La población continuaba aumentando, y las edificaciones, que se hacían pin plan y sin orden reclamaban una ordenación con vistas a la futura extensión urbana. 

En 1857 el Ayuntamiento encarga al arquitecto don Miguel Garriga Roca el anteproyecto de ensanche de la ciudad para que ocupe el espacio intermedio entre las murallas derribadas y el pueblo de Gracia. El proyecto no pasó del papel, pues la venta de los terrenos de las antiguas murallas dejó ver la posibilidad de preparar un gran plan de conjunto de los alrededores de Barcelona, a cuyo fin. en 1859, el Ayuntamiento acuerda convocar un «Concurso de Proyectos para el Ensanche», con un premio de 80.000 reales, una medalla de oro y la honrosa distinción de dar a una de las principales vías de la nueva ciudad el nombre del autor premiado, que resultó ser el arquitecto don Antonio Rovira y Trías. El proyecto consistía, esencialmente, en crear una gran plaza rectangular en los mismos terrenos que ocupa la Plaza de Cataluña, pero mucho más alargada en el sentido de las Rondas actuales, y de mayores dimensiones. De esta plaza irradiaban grandes avenidas que unían la ciudad con los pueblos vecinos: la avenida central, y la más importante, era el Paseo de Gracia. Por primera vez, recogiendo un anhelo popular, se formuló un proyecto concreto de Plaza de Cataluña, estableciendo un enlace lógico entre la ciudad vieja y sus alrededores. El proyecto de Rovira, a pesar de contar con el apoyo del Ayuntamiento y de los barceloneses, quedó relegado al olvido. 

En 1859 se impone a Barcelona el proyecto de ensanche del ingeniero don Ildefonso Cerdá, que es una cuadrícula de calles, trazadas a regla y escuadra, sin un concepto orgánico de la ciudad; las variantes introducidas posteriormente en nada han mejorado el proyecto primitivo. Cerdá no establecía, un enlace entre la ciudad cerrada por las murallas y su ensanche, pero los barceloneses dirigían sus miradas al gran espacio que se había creado en la parte alta de la Rambla y la Puerta del Ángel, que desaparecía en la cuadrícula del proyecto, y, después de largas discusiones, fueron suprimidas unas manzanas lindantes con las murallas, quedando unos terrenos de forma de un cuadrilátero irregular. Había nacido una plaza, que en realidad no era más que un gran espacio de terreno, sin plan ni ordenación alguna. 

Estamos en el último cuarto del siglo XIX. Barcelona, impulsada por el desarrollo de su riqueza industrial y comercial, crecía rápidamente y la plaza se convertía en lugar de reunión y esparcimiento de los barceloneses un Círculo Ecuestre, el Café «La Pajarera» y gran número de edificaciones provisionales, barracas y barracones daban a la plaza un aspecto suburbial. Lentamente van derribándose las construcciones, desaparece la estación dei ferrocarril de Martorell que obstruía la apertura de la Ronda; se derriba la Colegiata de Santa Ana, que cerraba la calle de Fontanella, y se va dibujando la plaza. Discusiones entre el Municipio, el Estado y los particulares, nuevos planos, entre ellos el del arquitecto municipal don Pedro Falques, que proyectaba unos pórticos presididos por un edificio central destinado a Casas Consistoriales, que, como los anteriores proyectos, quedó olvidado. 

En 1922 el Ayuntamiento encarga al arquitecto don José Puig y Cadafalch el proyecto de urbanización de la plaza, sin más limitación que respetar los edificios particulares. El proyecto consistía en crear una plaza de enlace y de reposo, nivelando la plaza por la parte baja. El proyecto no llegó a realizarse, pero tuvo la gran ventaja de que señaló una orientación acertada. 

Y así, de vacilación en vacilación, de proyecto en proyecto, de ensayos sobre los terrenos de la plaza, llegamos al año 1927, y un alcalde, el barón de Viver, como buen barcelonés, comprendió que en el corazón de la ciudad no podía quedar un espacio libre sin organizar, y, próxima la Exposición Internacional de 1929, emprendió la gran tarea de dar una solución definitiva a los terrenos de la plaza. Y con un nuevo proyecto del arquitecto don Francisco Nebot nació, con algunas variantes y supresiones, la actual Plaza de Cataluña. 

Se había creado el cuadro, pero faltaba el marco: la arquitectura de la plaza. Se edificó sin una concepción de conjunto, cada propietario construyó a su gusto se reedificaron casos que podían haber preparado una buena solución, pero prevaleció el interés particular al colectivo. 

La actual reversión del ferrocarril de Sarriá al Ayuntamiento, con la propiedad de parte de los terrenos de la manzana Pelayo - Vergara - Cataluña, da una vez más actualidad a nuestra primera plaza, que por encima de la rigidez de un trazado geométrico había nacido en el ánimo de todos, y cuando el Ayuntamiento encargó a Víctor Balaguer el nombre de las calles del Ensanche, se encontró con que la plaza la habían bautizado los barceloneses; era la Plaza de Cataluña. 

Y a los cien años de haberse iniciado está aguardando una solución definitiva. Tema para otro día."

Font consultada: R. Giralt Casadesus. La Vanguardia. 1 de setembre de 1954.