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La zona de la topografia que s'analitza en aquest article intervingut el segle XIX, segons el famós pla de quarterons de l'arquitecte Miguel Garrigai Roça. |
El teixit urbà del Barri Gòtic de Barcelona és fruit d’un llarg procés de transformacions que han deixat empremta en carrers, places i edificis. Entre aquests espais carregats d’història, el palau episcopal i els seus voltants constitueixen un indret privilegiat per copsar la superposició de segles d’arquitectura i de vida ciutadana. Fonts documentals de naturalesa molt diversa —des de pergamins medievals fins a monografies i relats literaris dels segles XIX i XX— permeten reconstruir les permanències i els canvis que han marcat aquest entorn.
La plaça de Sant Felip Neri i el palau episcopal són avui un racó ple d’encant, però sota la seva aparença tranquil·la s’hi amaguen segles de mutacions urbanístiques i d’història viva. Les fonts descrites per Juan Bassegoda Nonell en aquest article, publicat a La Vanguardia el 31 de juny de 1976, mostren un veritable entrellaçat de trasllats, enderrocs i noves construccions, un moviment constant que ha anat configurant l’espai com una dansa de formes i llocs al llarg del temps. Preservar aquesta memòria és essencial per entendre com Barcelona ha sabut integrar les seves arrels romanes, medievals i modernes en un mateix paisatge, conservant l’encant de la seva història.
"Para conocer lo que ha permanecido y lo que ha cambiado en el palacio episcopal y en sus alrededores puede acudirse a la consulta de muy diversos documentos de autores varios.
Un pergamino fechado en 1078, una monografía de 1898, unas notas históricas de 1911 y un librito novelado de 1912 constituyen, cada uno a su manera, fuente de datos sobre aquel rincón del mons Taber.
El área determinada para el presente estudio comprende la calle del obispo Irurita, desde la de San Severo a la plaza Nueva, la parte de la muralla romana que atraviesa por su mitad el palacio episcopal, separando la parte medieval de la neoclásica, la iglesia y oratorio de San Felipe Neri con su calle y plaza y la calle de San Severo.
En área tan reducida que comprende menos de una manzana del Barrio Gótico, se concentran edificaciones de las más diversas épocas, desde las murallas romanas, con su doble versión de los siglos I y IV, pasando por la parte románica del palacio y sus ampliaciones góticas, hasta las iglesias más o menos barrocas de San Severo y San Felipe Neri, con el complemento de las reformas modernas del palacio (1929) y la decoración arquitectónica de Pedro Benavent de Barberà en la plaza Garriga i Bachs y la escultórica de José Llimona y Vicente Navarro en el monumento a los héroes de la Independencia.
La historia del palacio del obispo fue muy bien tratada por el erudito mossén Norberto Font i Sagué que ganó con su monografía un premio en los Juegos Florales de 1898.
Por otra parte, vecino a palacio, donde la actual plaza de San Felipe Neri, estaba el cementerio de la catedral que fue muy bien estudiado en el libro «El fossar de la Seu» del beneficiado archivero capitular mossén José Mas i Doménech, en 1912, dentro de la serie «Notes históricas del bisbat de Barcelona».
De otro lado existe una buena descripción de un edificio pegado a este antiguo cementerio y que fue habitado por la familia de los arquitectos Mestres, por cinco generaciones maestros mayores de la catedral.
Apeles Mestres Oñós, el fino poeta, dibujante y compositor, describió en su libro «La casa vella» (1912) la que fue su morada durante muchos años. Además ilustró su trabajo con excelentes dibujos a la pluma que dan precisas imágenes de lo que fue aquel rincón urbano a principios del siglo actual.
Por desgracia la casona de los Mestres, en realidad propiedad del cabildo, fue demolida y la plaza de San Felipe ampliada y muy cambiado el aspecto de la zona en la que se integraron las casas llamadas del Gremio de Caldereros, antes en el arco de Filateras, y la del auténtico Gremio de Zapateros que figuró en la calle de la Corribia, frente a la catedral. .
Agrupando los datos ofrecidos por los textos referidos se puede obtener una idea bastante clara de lo que fue aquella isla urbana a lo largo de la historia. .
Un pergamino suculento
El estudio de una nueva fuente informativa permite ahora redondear y precisar la disposición antigua de aquella zona.
En el Archivo Diocesano se conserva un libro encuadernado en piel que contiene lo que podría llamarse expediente para las obras de ampliación del palacio episcopal mediando el siglo XVIII, siendo obispo don Gabino Valladares y Messía.
El proyecto del maestro Pablo Mas Dordal figura allí junto con otros importantes documentos, entre los que descuella un pergamino, situado entre los primeros folios, fechado en 1078, que describe la venta de unas casas de Arnaldus Gontarus y de su esposa Narbona al levita Remundo Dalmatus y que corresponde al edificio primitivo del palacio episcopal.
De hecho, en aquella época y hasta el siglo XIII el palacio del obispo estuvo detrás del ábside de la catedral, pero el edificio que actualmente ocupa fue propiedad de la mitra desde el tiempo del pergamino de marras.
Al describir la situación del edificio específica que se halla en la muralla e intramuros de la ciudad (menia et intra menibus), no lejos del claustro de la catedral, lo que parece confirmar que la catedral románica tenía un claustro en el mismo lugar que el actual gótico de los siglos XIV y XV.
Los límites del predio eran los siguientes: al Este (ortu solis) con las torres del Arcediano, lo cual manifiesta que las dos torres de la plaza Nueva eran ya del Arcediano en el siglo XI. Debe recordarse que así siguieron hasta que en 1830 fue demolido el puente que las unía.
Al Sur limitaba con una plaza (platea pública) que corresponde a la actual de San Felipe, que había sido cementerio catedralicio y luego huerto de la casa de los Mestres.
Al Este (occasu vero solis) con unas casas de Ermerus Rufus y al Norte (septemtrione) con el huerto de Isaac hebreo, llamado por mal nombre «Geraldus quadragessime intrantis». Este huerto del judío corresponde actualmente a la plaza Nueva aunque, como explica Font i Sagué fue durante muchos años huerto episcopal donde crecían abundantes y tiernas lechugas.
Esta explicación topográfica, interesante a todas luces, viene acompañada de una descripción de los elementos de la casa vendida con sus entradas y salidas, suelos y techos, gárgolas y desagües, fosos y cloacas. Es importante esta localización de desagües y focos porque parece corresponder a la bóveda descubierta en 1973 debajo del palacio arzobispal y adyacente a la torre romana. Aquel túnel que era utilizado como cloaca en un tiempo y que luego fue cegado y olvidado y que pudo ser una de las puertas laterales de la Porta Pretoria romana según los estudios actualmente en curso a cargo de los arqueólogos del Museo Municipal de Historia.
La disposición antigua
Antiguamente más de la mitad de la actual plaza de San Felipe Neri era el cementerio de la seo, cerrado por unos muros construidos entre 1490 y 1505 y por la Casa del Fosser o Sepulturero que comprendía en su ámbito una de las torres de la muralla romana.
Al cementerio se entraba por una puerta con arco de piedra al final del callejón que pasaba entre el palacio y la iglesia de San Severo y que ahora se llama calle de Montjuïc del Bisbe.
El 7 de agosto de 1815 dejó de utilizarse como cementerio y pasó a ser huerto de la casa natal de Apeles Mestres. En 1867 existía aún una capilla en el lugar con la imagen del Crucificado.
La Casa del Fosser fue demolida en 1872 y en el solar, y parte del cementerio o huerto contiguo, se levantó un edificio que regulariza y configura la actual plaza de San Felipe.
La comparación del plano actual de aquella zona de Barcelona con la restitución obtenida del estudio de los documentos es muy aleccionadora. Demuestra una constante mutación, una efervescencia urbana, sintoma de vitalidad.
El agradable aspecto de la plaza de San Felipe Neri, un rincón encantador de la vieja ciudad, oculta una serie de cambios de forma y traslados de edificios que constituyen un rigodón urbanístico cuyo proceso conviene dejar escrito sopena de olvidar unos hechos históricos de continuada, por más que local, importancia."
Font consultada: Juan Bassegoda Nonell. La Vanguardia. 31 de juny de 1976.
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La casa del fosser o sepulturer del cementiri de la catedral, a l'actual plaça de Sant Felip Neri, segons dibuix d'Apel·les Mestre. |
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Al final del carrer Montjuïc del Bisbe hi havia aquesta porta d'accés a l'horta de la casa de l'arquitecte Oriol Mestres. |