La polèmica del "Barri Gòtic inexistent": les "visions" que van enfrontar Rubió i Bellver a la crítica catalana

La visión del Barrio Gótico según Rubio, coincidente en muchos puntos con la de Gaudí pero mucho más teatral.


A principios de 1927 fue presentado, en los claustros de la catedral barcelonesa, un proyecto de «restauración» del Barrio Gótico al que su autor, el arquitecto provincial don Juan Rubió y Bellver, tituló: «Taber Mons Barcinonensis. Visión de lo que podría ser la Barcelona antigua». El proyecto consistía en liberar de edificios modernos el barrio y, una vez limpio de estorbos, proceder a «terminar» los monumentos antiguos añadiéndoles flechas, tejados y ornamentos, amén de construir otros de nueva planta como complemento del conjunto. La reacción del buen sentido barcelonés fue violentísima y el atrevido invento hubo de ser archivado hasta hoy, en que lo sacamos a la luz como ejemplo de una restauración que pudo ser y, afortunadamente, no fue. 




Quin és el veritable rostre del Barri Gòtic de Barcelona?

L'any 1927, l'arquitecte Joan Rubió i Bellver va encendre una polèmica furiosa amb una exposició a la Catedral titulada «Taber Mons Barcinonensis. Visió de la que podria ser la Barcelona antiga». La seva premissa era simple i provocadora: el Barri Gòtic té molt poc de "gòtic" genuí i està ofegat per "cases sense importància del segle XIX".

Rubió proposava una "neteja" radical: enderrocar els edificis sense valor per alliberar els monuments autèntics (Catedral, Tinell, columnes romanes) i, atenció, completar-los amb noves fletxes, agulles i fins i tot edificis de nova planta d'aspecte gòtic, tot plegat un exercici d'imaginació i "romanticisme arquitectònic" influenciat pel seu mestre, Gaudí, i per l'ideòleg francès Viollet-le-Duc.

Aquest article de l'historiador Joan Bassegoda Nonell (publicat a La Vanguardia el 1974) no només relata la furibunda reacció de crítics com Joaquim Folch i Torres i l'Associació d'Arquitectes, sinó que també posa la visió de Rubió en el context d'una tendència més àmplia (Domènech i Montaner, Font) i ens recorda una veritat immemorial: la història de l'arquitectura és una història de crítica constant.

Descobreix per què aquest ambiciós projecte no va passar de ser una visió —l'única realització de la qual va ser el famós pont del carrer del Bisbe— i per què Rubió va haver de pagar els plats trencats per la seva generació.

"A principios de 1927 fue presentado, en los claustros de la catedral barcelonesa, un proyecto de «restauración» del Barrio Gótico al que su autor, el arquitecto provincial don Juan Rubió y Bellver, tituló: «Taber Mons Barcinonensis. Visión de lo que podría ser la Barcelona antigua». El proyecto consistía en liberar de edificios modernos el barrio y, una vez limpio de estorbos, proceder a «terminar» los monumentos antiguos añadiéndoles flechas, tejados y ornamentos, amén de construir otros de nueva planta como complemento del conjunto. La reacción del buen sentido barcelonés fue violentísima y el atrevido invento hubo de ser archivado hasta hoy, en que lo sacamos a la luz como ejemplo de una restauración que pudo ser y, afortunadamente, no fue."

En enero de 1927 el arquitecto Juan Rubió y Bellver, afecto a los servicios técnicos de la Diputación Provincial, celebró una exposición en los claustros de la catedral consistente en tres plafones de gran tamaño pintados al óleo sobre tela con el título «Taber Mons Barcinonensis. Visión de la que podría ser la Barcelona antigua».

Su teoría partía de una base muy sencilla. El llamado Barrio Gótico tiene muy poco de gótico. La zona comprendida entre las calles de Llibretería, del Obispo, plaza de la Catedral y Tapinería sólo disponía de la catedral, la Pía Almoina, el Tinell y Santa Águeda, en estilo gótico puro, con adición de los restos romanos de la calle del Paradís y de los edificios tardogóticos y renacentistas de la casa de los Canónigos y del Arcediano. Todo lo demás son casas sin importancia del siglo XIX. 

Admitida esta evidencia, Rubió consideraba perfectamente lícita la liberación de los edificios auténticos demoliendo las casas sin valor y creando amplias perspectivas y adecuados puntos de vista. 

El caso es que la idea se le fue un poco más allá. Una vez manifiestos los monumentos, Catedral, Archivo de la Corona de Aragón, columnas romanas, Santa Águeda, etcétera, se procedería a terminarlos con adición de agudas flechas góticas y, aún más, se construirían de nueva planta algunos para complemento de las «Visiones». 

LA REACCIÓN DE LA CRITICA 

Acción en apariencia tan simple provocó una reacción violentísima: la Asociación de Arquitectos de Cataluña, el maestro Luis Millet, el crítico Joaquín Folch i Torres, el arquitecto B. Bassegoda Amigó, se pronunciaron en contra con razones incluso airadas. 

Ello indujo a Rubió a publicar una justificación de su idea y unas réplicas a sus detractores en un álbum tamaño folio con profusión de ilustraciones y abundancia de razones en su favor. 

Llegaba a cinco claras y concisas conclusiones, a saber: Que en el Monte Taber existía todo lo que él había dibujado, que el Barrio Gótico era inexistente y sólo válido en mentes de gentes sin capacidad de análisis, que nunca pensó en derribar nada de lo auténticamente gótico, que tampoco pretendía hacer casas góticas de nueva planta, sino solamente edificios de aspecto gótico mucho más adecuados que las casas del siglo XIX y que había puesto agujas en los campanarios porque debían estar. 

Terminaba afirmando que quien quisiera saber de verdad lo que eran los edificios góticos del barrio, forzosamente tenía que recurrir a sus «Visiones». 

El anteproyecto no pasó de tal y sólo los tres grandes plafones guardados en la Diputación son testigos de la polémica de antaño. 

Mucho más tarde, en 1960, el arquitecto Adolfo Florensa publicó un trabajo titulado «Nombre, extensión y política del Barrio Gótico» en el que analizó, con mayor desapasionamiento, el anteproyecto de Rubió. 

Florensa mantenía que, a pesar de estar en minoría los edificios góticos en el barrio, los demás les servían de adecuado fondo neutro por el cual obtenían de ellos un beneficio y no un daño. 

Propugnó la idea, en parte realizada, de reinstalar en el barrio antiguos edificios procedentes de los derribos. Así se incrementaría el número de construcciones auténticas en la zona. 

EL ORIGEN DE LAS IDEAS 

Florensa fue un restaurador prudente y a pesar de ello, se sintó más de una vez señalado como exagerado y aventurado en sus proyectos. Claro está que al lado de Rubió, autor del puente de la calle del Obispo, única realización de las «Visiones», su ejecutoria pasa por prudente y conservadora. 

Rubió no actuó, sin embargo, de modo extemporáneo ni gratuito, ya que sus ideas estaban avaladas por su propio maestro. Gaudí, que había imaginado un Barrio Gótico coronado de agudas flechas en 1907 cuando sobre una fotografía, por encargo de Puig i Cadafalch, dibujó todo un mundo de goticismos. 

Igualmente imaginativo fue Augusto Font cuando hizo el cimborio de la catedral y aún se quedó chico en comparación con el proyecto que para tal cimborio hizo Juan Martorell, mereciendo en cambio el aplauso de los mismos arquitectos que luego atacaron a Rubió.

El proyecto de ordenación de la plaza de Santa María del Mar por Luis Domènech i Montaner era igualmente un derroche de fantasía con un pincho descomunal encima de la fuente gótica de Bargués y un montón de edificios más o menos góticos alrededor. 

Pero es que tanto Gaudí como Domènech, Font y Puig i Cadafalch, autor de la casa Terradas llamada con razón «de les Punxes», estaban imbuidos de las ideas de Eugéne Emmanuel Viollet-le-Duc, cuyo «Diccionario de la arquitectura gótica francesa» fue el norte y guia de toda una generación de constructores. 

Sucede que Rubió propuso sus visiones cuando la influencia de este libro tan decididamente romántico, había caido ya en desuso y le tocó a él pagar los platos rotos por los violetianos de su tiempo. 

Una cosa es cierta, y es que de haberse realizado las «Visiones", se hubiese establecido un proceso perfectamente reversible y siempre capaz de dejar las cosas tal como estaban al principio. 

LA HISTORIA SE REPITE 

Es característica constante de la historia de la arquitectura la crítica rabiosa de cada generación contra la que inmediatamente le precedió. 

Eugenio Llaguno llamaba «gerigoncistas salmanticenses» a todos los arquitectos de escuela churrigueresca, y Antonio Ponz calificaba de «mezquina, ridícula y embrollada» la catedral de Cádiz o el altar mayor de Santa María del Mar. 

Años más tarde se decía de la arquitectura neoclásica, la que Ponz y Llaguno admiraban, que era fría, sin alma y falta de imaginación. 

Igualmente durante años el Modernismo fue considerado como algo demencial y más adelante enaltecido y adorado, volcándose ditirambos sobre edificios que habían sido despectivamente titulados "La Pedrera", "El castell dels tres dragons" o "La torre dels ous". 

Seguir por este camino es innecesario, ya que se pueden hallar ejemplos en cantidad. 

En su defensa. Rubió cita ejemplos de realizaciones del tipo por él propuesto, muy en especial el famoso Ring de Viena, plagado de edificios de tipo romántico y de muy fiero estilo gótico. 

El Taber Mons fue el canto del cisne de la arquitectura romántica en Cataluña, como fruto tardío de una escuela cuyos más dignos representantes, Gaudí y Domènech, son hoy figuras de la arquitectura mundial con un peso específico muy grande y suficiente para que, en un momento dado, empiecen a ser tomadas como ejemplo. 

Cuando esto suceda, el Taber Mons de Rubió ya no será un fruto tardío, sino un precedente remoto. Y la historia se habrá repetido, puntualmente, una vez más."