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Enderroc del baluard de Tallers. (1856) Autor: Franck. (AFB) |
Què passaria si et diguéssim que una part monumental de la història de Barcelona s'amaga just sota els teus peus i oblidada?
La demolició de les muralles el 1854, impulsada pel Pla Cerdà i el crit d'"A baix les muralles!", no només va transformar la fesomia de la ciutat, sinó que també va enterrar un complex sistema de fortificacions. L'arquitecte i historiador Juan Bassegoda Nonell ens convida a un viatge intrigant per aquestes "altres catacumbes" en un article publicat a La Vanguardia l'any 1984.
"En Barcelona existen unas catacumbas en los túneles de las antiguas murallas que deberían merecer la atención de las autoridades con vistas a su conservación y revitalización.
No se trata en este artículo de glosar el cuento de este título que da nombre a un libro publicado en 1930 por Domingo Pallerola Munné (a) “Domènec de Bellmunt” en el que describe la cripta de la iglesia de los Josepets de Gràcia donde se guardan multitud de tumbas de frailes carmelitas así como de nobles y menestrales de Barcelona y donde se acumularon, a partir de 1925, los huesos que apareciron al practicar el túnel del Gran Metro en la estación de la plaza Lesseps.
En el caso presente cabe tratar de otras catacumbas extendidas en el subsuelo de esta ciudad, en la zona de las Rondas.
En 1859, la fiebre demoledora inspirada en razones más políticas que urbanísticas, impulsada por la proclama “¡Abajo las murallas!” de Pedro Felipe Monlau (1808-1871) y apoyada legalmente por el más que discutible Plan Cerdá, causó la desaparición de todo el tramo de muralla de Pedro el Ceremonioso, más todos los bastiones, revellines y baluartes construidos en época barroca con la única excepción de la puerta de Santa Madrona, en las Atarazanas.
Las murallas desaparecieron privando a Barcelona de la oportunidad de disponer de un cinturón verde en la zona de los glacis y de un paseo elevado y arbolado, tal como puede admirarse en la preciosa ciudad toscana de Lucca.
Las murallas cayeron rápidamente y en su lugar se levantaron edificios, a veces de empaque arquitectónico como es el caso de la Universidad Literaria, y otras con casas vulgares y ratoneras como muchas de las llamadas de renta sin ninguna ambición artística o urbanística. Fue tal la fiebre especuladora del momento que la demolición alcanzó solamente a la superestructura de las murallas mientras que los túneles, bóvedas y pasos cubiertos fueron convertidos en sótanos y utilizados como almacenes en las nuevas construcciones.
Restos en la calle Tallers
El baluarte de Tallers formaba una especie de espigón sobresaliente del conjunto amurallado y su construcción se remonta a 1697 cuando el municipio contribuyó a la obra con 22.000 libras catalanas. En 1844, la Hacienda Pública y el Real Patrimonio eran dueños por mitad de las murallas de Barcelona hasta el derribo de 1854 en que los solares restantes pasaron a manos particulares. Cuando Elías Rogent Amat empezó la construcción de la Universidad, en 1863, se encontró con unos espléndidos fosos que cubrió con bóvedas y son ahora dependencias del edificio neogótico de la plaza de su nombre.
Cuando en 1904 se puso la primera piedra del monumento al doctor Robert, según proyecto del escultor José Llimona, el contratista de la obra, José Bayó Font (1878-1971), se encontró con la sorpresa de tener que cimentar medio monumento sobre la recia muralla y el resto rellenando un pozo que excavó junto al lienzo de cantería, con una profundidad de veinte metros. Le costó mucho trabajo, de 1904 a 1910, aunque no tanto como en la reinstalación del monumento en la plaza de Tetuán iniciada en 1977 y aún no concluida.
En un comercio de la calle Tallers, esquina a la plaza de la Universidad, se conserva un buen fragmento de los túneles de la antigua muralla con bóvedas de ladrillo a sardinel de las llamadas a prueba de bomba. Afortunadamente, este espacio ha sido dignificado y convertido en cava para guardar vinos de manera que se ha salvado, por lo menos algo, de la fortificación barcelonesa.
A buen seguro que en otras muchas casas de la Ronda de San Antonio, de las calles de Tallers, Pelayo, Fontanella, Ronda de San Pedro y paseo de San Juan, deben existir muchos de estos sótanos, restos únicos de la gran muralla barcelonesa.
Hora es de pensar en localizar e inventariar lo que queda de tan excelentes construcciones con vista a su catalogación y protección, ya que la ciudad no sólo cuenta con monumentos desde la rasante de las calles para arriba, sino también en las frescas, tranquilas y buen construidas bóvedas que formaron parte de la muralla y que yacen bajo edificios anodinos o insignificantes. No hay que olvidar que arquitectos como Francisco Renart, padre e hijo, o Pedro Serra Bosch, tuvieron cuidado de las fortificaciones a finales del siglo XVIII y principios del XIX."