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Plànol de Barcelona on es distingeix la muralla que l'envolta, amb els seus baluards. Al marge inferior esquerra hi ha el plànol del castell de Montjuïc i a la dreta la Ciutadella. Al marge esquerra hi ha una llegenda en francès que identifica les esglésies parroquials, els edificis principals, els convents, els hospitals, els col·legis, les capelles i els edificis de la Barceloneta. (Autor: Ambroise Tardieu - Editat a París, l'any 1922) AMB. Cliqueu per ampliar. |
L’any 1904 es publicava aquest detallat estudi sobre els temples i l’art religiós a Barcelona a començament del segle XIX. L’autor descriu la riquesa arquitectònica de la ciutat, des del romànic fins al gòtic i al barroc, i recull informació sobre les esglésies, convents i capelles que existien l’any 1805, així com aquelles que posteriorment van ser derruïdes o transformades. El text permet copsar la relació entre la fe, l’art i la història de Barcelona, així com la manera com els edificis religiosos configuraven la vida urbana i cultural de l’època.
"La fe y el arte han sido a través de las edades el lábaro santo de la redención humana, porque ambos sentimientos, hijos del alma y emanación de Dios, estrechamente unidos han realizado en el orden, de las manifestaciones de lo bello las obras más portentosas, las más grandes maravillas.
De aquí que en los modernos tiempos no se haya descubierto ni creado arte que no tuviera ya sus fundamentos, nociones primarias, clasificación y aun método, establecidos, con ligeras variaciones de nomenclatura, en las pasadas edades.
Todos los pueblos han marcado en este punto su especial característica, pero puede decirse que en ninguna parte como en Cataluña el arte románico tuvo tanto arraigo y alcanzó tan raudo vuelo, hasta el extremo de que en nuestro país fue muy laboriosa la introducción del arco ojival, de la aguja gótica, y solo se admitió combinando el arte viejo con el nuevo, constituyendo una escuela que podríamos llamar propia.
Nos lo prueban todas las obras de fábrica gótica levantadas en Cataluña, especialmente la catedral de Barcelona y aun la fachada de la de Tarragona.
Mientras en cada barrio o pueblo hubo una sola iglesia, ésta expresó la tendencia arquitectónica, el sentimiento popular del arte de la época en que se erigió, y así lo evidencia la existencia de buen número de cenobios e iglesias parroquiales antiguas que causan admiración a los ojos de los inteligentes.
Se multiplicaron los conventos, surgiendo en pos una decadencia tan pronunciada y avasalladora que se dejó sentir fatalmente en las obras de arte monumental.
Hablen por nosotros las catedrales pintarrajeadas, los rosetones maltrechos, los ventanales desfigurados, los pegotes aplicados a las más soberbias e imponentes fachadas.
Sin embargo, justo es confesar que no llegó a ese estado la suntuosa catedral de Barcelona, conservándose intacta en su interior y exterior (salvo la nueva fachada), pudiéndose admirar, como en los siglos XIV y XV, sus arcos y claves, sus frisos y demás filigranas.
En 1805, dentro del recinto de Barcelona existían cincuenta y dos templos, de los cuales pertenecían al orden románico San Pablo del Campo, preciada joya que se supone levantada en el siglo X por el conde Wífredo II; San Pedro de las Puellas (de las doncellas), también del siglo X; Santa Lucía, del siglo XI; Santa Ana, colegiata prioral del siglo XII, con adiciones del primer período gótico, en la que celebró Cortes Fernando el Católico, y San Miguel, oratorio del Municipio que se edificó en la segunda mitad del siglo XII, con portada plateresca construida posteriormente.
Constituían el número de iglesias góticas, San Antonio Abad, del siglo XII; Santa María de Junqueras, siglo XIII; Santa María del Mar, Santa Águeda, Las Magdalenas, Montesión, San Jaime y Santos Justo y Pastor, del siglo XIV, y Santa María del Pino, consagrada en el siglo XV.
Constituían el número de iglesias góticas, San Antonio Abad, del siglo XII; Santa María de Junqueras, siglo XIII; Santa María del Mar, Santa Águeda, Las Magdalenas, Montesión, San Jaime y Santos Justo y Pastor, del siglo XIV, y Santa María del Pino, consagrada en el siglo XV.
La iglesia de los Santos Justo y Pastor gozaba en los tiempos antiguos de singulares privilegios. En primer lugar, cuando algún caballero era provocado a desafío, el ofendido y ofensor entraban en el templo para prestar juramento de que pelearían con armas legales.
También cuando un piloto, mercader o pasajero fallecía a bordo de una embarcación, la última voluntad hecha en poder del escribano de la nave, debía ser presentada al cura de la referida parroquia dentro el término de seis meses, quien extendía un documento de tanta fuerza y valor como si reuniera todos los requisitos de cualquier ley, fuero o estatuto de otras tierras.
Este privilegio se otorgó después a los militares y demás personas en donde quiera que falleciesen, mientras los testigos se presentasen dentro de los seis meses ante dicho cura y en el altar de San Félix.
Entre las iglesias más suntuosas y de bellas proporciones, figuraban San Juan de Jerusalén, Nuestra Señora de la Merced, ésta de estilo greco-romano, y Nuestra Señora de Belén, que es uno de los ejemplares del arte barroco más notables del mundo.
Los demás templos eran de fábrica ordinaria y algunos churriguerescos, como Trinitarios calzados, San Agustín, Capuchinos, San Cucufate, San Francisco de Paula, Santa Mónica, Trinitarios descalzos, Nuestra Señora del Carmen, Buensuceso, San Miguel del Puerto, Agonizantes, San Cayetano, Santa Clara, Valldoncella, Santa Catalina, Jerónimas, Nuestra Señora de los Ángeles, Elisabets, Santa Teresa, San Felipe Neri, San Juan y San Severo, casi todos construidos durante los siglos XVI al XVIII.
Tampoco ofrecían nada de particular las capillas o iglesias de reducidas dimensiones, denominadas San Cristóbal, Nuestra Señora de Montserrat, Nuestra Señora de la Ayuda, Nuestra Señora del Pilar, Nuestra Señora del Rosario, Sancti-Spíritu, Capuchinas, Mínimas, Carmelitas descalzas, Santa Marta, Palau y Ángel de la Guarda.
La del Palau se erigió en el convento de los Templarios, que después fue palacio de los condes de Barcelona.
Una de las capillas más típicas es la de Marcús, en cuyo pórtico se colocaba en tiempos remotos el rector o custodio, para dar la bendición a los correos que salían de la ciudad para otras poblaciones.
Las iglesias y conventos que desde 1805 han sido derruidas son las siguientes:
Monasterio de San Juan de Jerusalén, que se hallaba enclavado en la calle del mismo nombre.
Monasterio de Santa María de Junqueras, que reunía un hermoso claustro gótico, se levantaba en la plaza de Junqueras.
Monasterio de Santa María de Junqueras, que reunía un hermoso claustro gótico, se levantaba en la plaza de Junqueras.
Convento e iglesia de Jerusalén que ocupaba el área destinada hoy día a plaza-mercado del mismo nombre.
Monasterio de Montesión, que daba frente a la plaza de Santa Ana.
Iglesia de San Miguel, que se derribó para ensanchar la casa de la ciudad, en la parte que linda con la plaza que lleva el nombre del templo.
Iglesia de San Juan, en la calle Riera de San Juan.
Convento e iglesia de Santa Catalina, en la actual plaza-mercado de Santa Catalina.
Convento e iglesia de San Francisco de Asís, que se levantaba junto a la plaza de Medinaceli.
Convento e iglesia de San Francisco de Asís, que se levantaba junto a la plaza de Medinaceli.
Iglesia de San José, que en su lugar se construyó la plaza-mercado del mismo nombre o de la Boquería.
Convento e iglesia de Trinitarios calzados, que se hallaba situado en la Rambla del Centro, en el solar que ocupa la fonda de Oriente y edificios contiguos.
Iglesia de San Cayetano, en la plaza de Santa Ana, esquina a la calle del Gobernador.
Iglesia de San Sebastián, en la actual plaza de Antonio López, esquina al paseo de Isabel II.
Convento e iglesia de Capuchinos, en cuya área se edificó la plaza Real.
Convento e iglesia de Trinitarios descalzos, en el sitio que ocupa el Gran Teatro del Liceo.
Convento e iglesia de Capuchinos, en cuya área se edificó la plaza Real.
Convento e iglesia de Trinitarios descalzos, en el sitio que ocupa el Gran Teatro del Liceo.
Convento o iglesia de Santa Mónica, en la Rambla del mismo nombre y sitio en que actualmente se levanta la parroquia de San José.
También desde el año 1805 hasta nuestros días han sido derribadas las capillas de Nuestra Señora de Montserrat, que se hallaba en la calle de la Puertaferrisa; Nuestra Señora del Pilar, en la entonces llamada calle del Cuch, y la del Ángel de la Guarda, que se levantaba en la Puerta del Ángel.
Según reza la tradición, se edificó la capilla del Ángel de la Guarda por haberse aparecido en aquel sitio el Ángel a San Vicente Ferrer; éste le preguntó qué hacia en aquel paraje, y el Ángel le contestó que guardaba a Barcelona. Esta aparición estaba pintada sobre la puerta del templo.
Desde el mencionado año 1805 han sido, pues, derruidas diecinueve iglesias, y otras, como Santa Águeda y San Cayetano, destinadas a distinto objeto.
Hay quienes suponen que las aplicaciones de la ciencia y el desarrollo del industrialismo en sus variados aspectos y actividades, secan las fuentes de que se nutre el sentido de lo bello, pero nosotros creemos todo lo contrario, porque así lo demuestra el florecimiento que en Barcelona ha alcanzado el arte monumental en los modernos tiempos, lo mismo en las construcciones de carácter religioso que en las de cualquier otro orden."
Font consultada: Adolfo Alegret. La Vanguardia. (31 de desembre de 1904)